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Las Horas Sumergidas

Algaida Poesía. Sevilla, 2013​

Las Horas Sumergidas

Me complace reiterar ahora lo que afirmé al prologar sus trabajos y sus días, sus horas sumergidas, porque “las palabras se le pierden en la región más árida del sueño. Quiere posar los labios sobre los azules túneles del olvido, pero no puede, pero no puede, igual que la paloma de Rafael Alberti. El poeta anhela a la amada desnuda y libre como un invierno entre las llamas. Es una espada que afila la memoria y que desciende por las ramas de la noche.


Luis María Anson, de  la Real Academia Española

  

Se tropieza con ella en la arboleda de los gozos y siente su corazón esquivo. Derrama entonces en la garganta de la amada las sílabas de sus versos y aspira a sentir el tacto de sus manos, el barro de su vientre. Bebe en la fuente inmensa de sus ojos verdes y sobre sus pies descalzos enciende la vigilia de una hoguera. Le espera, sin embargo, el abismo fugaz, el perenne deseo, la esperanza del idilio enmudecido. Un remoto escalofrío le cerca junto al hielo de la noche. Anhela los labios de la amada inmóvil pero el milagro desierto de su boca se torna oscuridad en su garganta. Asciende por última vez las empinadas cuestas de la memoria y se le agolpan los versos de Pablo Neruda: “Yo soy el que te espera en la estrellada noche, sobre las áureas playas, sobre las rubias eras, el que cortó jacintos para tu lecho, y rosas, tendido entre las hierbas yo soy el que te espera”.


Con los versos de Jorge de Arco, con sus metáforas y sus hallazgos, he redactado esta Primera Palabra. “"Diciembre está brotando de tus ojos”, escribe el poeta. “Diciembre está lloviendo de mis dedos”. Y se compara con el ciervo que un día perdiera entre la fronda “sus ojos y sus astas”, para “comer en la mano del hombre semillas y cerezas”. Como nacemos condenados a muerte, según la desgarrada imagen de Buero Vallejo, el poeta escribe: “Y cuando nuevamente me pare a contemplar el rumor de la nieve en mis pupilas, sabré por qué mi cuerpo se habrá tornado pálido confín, dulce mortaja, indecible caudal por donde un día fluyó mi duda y navegó mi sangre”. Se le hielan los labios y la pluma al autor de Las horas sumergidas y termina por tomar el dedo del invierno, “ese que escribe con ceniza y sueño lo que volveré a ser, cuando él lo quiera”.

Luis María Anson, de  la Real Academia Española




LAS HORAS SUMERGIDAS


Quien soñó el otro lado de la noche, 

o lo vivió con todas sus estrellas 

apagadas, con todos 

sus miedos encendidos, 

quien tuvo resbalando entre los dedos 

como hormigas punzantes, las horas sumergidas, 

no puede ser el mismo que con pinceles otros

pintó en el lienzo virgen las esquinas

de otra noche vivida detrás de los espejos.